La poesía de Enrique Lihn [por Hugo Laso Jarpa]







Hablar del cielo y ser su nube reina
hablar del sol y ser su diámetro
hablar del mar y ser como una ola,
hablar del fuego con la lengua en llamas…
E. L. “Hablar del cielo y ser…”

Si deseáramos situar a “Poemas de este tiempo y de otro”, obra de reciente aparición, en un lugar conocido, junto a una referencia o parentesco literario, no podríamos hacerlo con justeza. Enrique Lihn, el autor –que tiene a su haber otro libro- maneja su estro desde el decir cotidiano hecho verso por el arte del poeta y que recuerda el notable rango lírico de un Nicanor parra hasta las remembranzas trascendentes de un Miguel Arteche. Otras veces, hay como un acercarse a Neruda en la fastuosidad intelectual y afectiva del amor, llevándonos finalmente, hacia el espíritu monumental de un Herman Hesse que resonará siempre en nuestro oído con su poema doloroso del lobo estepario.
Pero la diversidad de notas que en Lihn alcanza en ocasiones […] región literaria determinada, se funden muy sólida y personalmente en su propia y original forma y tendencia que, unido al fondo invariable, límpidamente suyo, entregan un valioso mensaje con un sello singular y nítido, aunque suele parecer hermético.
El escritor vierte su preocupación de manera especial en los siguientes planos: Sentimental, Vital, Onírico, Subjetivo y Trascendental.

Preocupación Sentimental: El amor fructifica entre imágenes y conceptos sensoriales y no afectivos. (Sin perjuicio de que la suma de los dos términos traduzca la índole estructural de un poema). Por cierto que hay excepciones (“Visible ausencia”). Pero domina en casi todos los trabajos clasificados en el plano indicado, la sensación intelectual en el sentimiento amoroso puro, estableciéndose, además, la interesante consecuencia de que las puertas del conocimiento filosófico se le abren al poeta a impulsos, generalmente, de lo sensorial-afectivo (“Celeste hija de la tierra”).
Preocupación Vital: Acusa un dramatismo sobrio que se desenvuelve más bien en el plano escéptico, aunque con esfumadas esperanzas (“Epílogo”) que terminan en la nota irremediable. Hay en el libro, a no dudarlo, una huella rebelde y negativa que suele llegar a la altivez (“Los Enemigos”), pero con una raíz pasiva que impregna los cantos de penosa belleza.
Donde el sacudimiento vital, la vibración pasa más deslumbrante al ánimo del lector es en “Accidente”. Allí asistimos a una concentración dramática que es un extraordinario acierto por la suma irónica y amarga de sus componentes psicológicos.
Preocupación Onírica: Para Enrique Lihn, lo que en el sueño se contiene, lo que desborda de allí, las reminiscencias oníricas que le saturan, tienen en su mensaje una importancia fundamental. Acaso presiente en el soñar la entrega de la verdad, el secreto de lo absoluto (“Si yo pudiera despertar”). Pero traidoramente la vigilia recubre todo de velos quedando solo un sentimiento de frustración que se repetirá en otras vivencias.
Preocupación Subjetiva: En muchos aspectos, está ligada a la trascendental y las dos a la onírica. Pero para aclarar ideas hemos preferido separar siempre que ello fuese posible unas preocupaciones de otras, dejando, desde luego, establecido que estas no se entregan en ningún caso puras, simples, esenciales. Lo sensorial y afectivo es complejo, […] como los conceptos que encierran la carga psíquica. En lo Subjetivo, por lo tanto, descubrimos no pocos entronques con elementos de otras inquietudes. Verbigracia “Obsesión”, que toma lo sentimental como un instrumento para expresar su angustia, y cuyo mensaje de superior relieve lírico no citaremos fragmentariamente por no malograr la magnífica unidad del poema, el que, por sí solo, ubicaría al autor junto a nuestros mejores poetas. Lo mismo tal vez puede decirse de “Laberinto”, aunque este se desenvuelve en un plano de figuras algo kafkianas de un orden más psicológico.
Acaso como simbolismo, como indicio para interpretar a toda una generación o quizás a varias, debemos destacar “El Miserable” en el que salta la futilidad del esfuerzo humano, un titubear que abarca la totalidad de nuestro mundo interior. Bastaría con observar los verbos para comprender la torturante onda de inestabilidad esencial que recorre al poema: venir, arrastrarse, vacilar, hacer-deshacer, preguntar. Es una punzante síntesis de lo que significa un drama espiritual cuando (por el ordenamiento circunstancial de nuestras vidas), nos detenemos con el espíritu agobiado, sin buscarle –como tan agudamente lo indicara Enrique Molina- su realización, que sería también la otra de nuestro acontecer material.

Preocupación Trascendental: Es en el poeta algo básico, casi inherente a su verbo. El tiempo en su concepción más honda penetra un poema donde lo efímero juega un rol de melancólico patetismo (“En torno a una vieja canción”), y luego, tras una pausa, retoma otro (“Continuidad”) en que intuimos al hombre perdido en el temporal.
Tales vivencias y muchas otras de similar densidad, variadas y cambiantes, emparentan a Enrique Lihn con quienes efectúan labor trascendental pura, aunque la poesía tiene la ventaja en los afines planteamientos de alcanzar el goce estético cuando la imagen o el sentimiento revisten de jerarquía artística –como en “Poemas de este tiempo y de otro”- algún interrogante o su respuesta.
De tal modo, nuestra lírica, un poco escasa de sensaciones ontológicas, se tonifica con una sensibilidad del futuro incrustada en el presente.


daniel rojas pachas

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