LEKTURA PERIFÉRICA. CRÓNICA TESTIMONIAL



LEKTURA PERIFÉRICA. CRÓNICA TESTIMONIAL. Por Elizabeth Neira*

No me compañeree tan rápido compañera. Crónica testimonial y [muy] personal de la primera Lectura Periferika

Había luna llena y nubes. Estábamos en un teatro al aire libre que tenía algo de nave espacial. Una isla, cruzada como por diez supercarreteras de alta velocidad. Una intemperie enclavada en medio de la nada, una cosa muy rara, que dejaba de inmediato en evidencia la mezquindad para con los vecinos de Conchali [por cuyas cabezas pasan las supercarreteras] de quienes lo construyeron, las empresas concesionarias.

Me cuentan que el anfiteatro al borde del abismo urbano, fue la reparación que las súper empresas dieron a los pobladores por arrasar con la mitad del paisaje.

Habíamos llegado en micro, con los señores [y señora] poetas Pepe Cuevas, Elvira Hernández, Carlos Henrickson, que estaba pálido como siempre, Oscar Saavedra, su polola y una amiga de la polola. Las chicas llevaban la cámara y la tarea de registrarnos.

Nos habíamos juntado en Bandera con Alameda, previamente para ir de a varios [mejor sumar que restar pues compañero] a la lectura en Conchalí.

Nadie había impreso el mapa que Saavedra aplicadamente diseño y envió por mail a todos sus contactos junto a la invitación y nadie tenia una remota idea de adonde íbamos. Total que el viaje en la 203, digno engendro del transantiago, fue toda una odisea de preguntas a los señores pasajeros y al señor conductor acerca de donde quedaba Independencia con la circunvalación Americo Vespucio, lo que así dicho parece que es a la concha de la lora, pero no crea usted, no es tan lejos. En medio de todo Pepe Cuevas nos metía miedo y se cagaba de la risa. Nos decía que por la radio había escuchado que habían barricadas en Conchalí, lo que tomando en cuenta la fecha, tan cerca de nuestro 11 sangriento, era más que probable. No obstante nada de eso sucedió.

Fue fácil llegar finalmente y todo estaba en calma. Al bajar vimos un rallado en la carretera de esos de la Brigada Chacón, que anunciaba la lectura de poesía. A todos nos sorprendió el gesto. En Conchalí se habla con letras grandes.

En el afinteatro nos esperaba la Saldaño y Baeza. Alguien habló de ir a comprar marihuana. Mmmm, no es mala idea. Un par desaparece por un rato, supongo que van a eso. Llegan Jordi Lloret y Darinka Guevara, también aparece el Fede Eissner que arribó al lugar solito, piolita, en micro, sin hueviar a nadie, rico, como siempre, atrasito llegó la Gómez, chascón, muy Gómez, como siempre.

En fin, como a las 8 comenzó a aparecer la tropa de los convertidos conscientes.

Esperando que comiencen las lecturas, hablamos un poco de política latinoamericana, de la mierda en que estamos, alguien menciona lo de Evo Morales, de la semejanza de lo que pasa hoy en Bolivia con lo que pasó aquí mismo durante el gobierno de Allende, lo que hizo la derecha para desestabilizar al [verdadero] gobierno socialista. Me da urticaria.

Entre charla y charla concordamos que la cosa está un tanto turbia por estos lados.

Sin embargo me aborda la certeza de que estamos haciendo lo correcto. Estoy contenta, siento que con este ciclo de lecturas en la periferia estamos haciendo contracultura de verdad, cambiando los ejes, al menos haciendo el movimiento inverso al que nos han condenado. Estamos haciendo un pequeño agujero en el saco de la indolencia, el arribismo y el clasismo.

Cuando vuelvo a estos arrabales me conecto con lo que efectivamente soy, [pese a algunos años de transculturización], una cabra pelusa, con mocos en la cara y costras en las rodillas, peligrosa y media muerta de hambre, así que cuidado conmigo compañero, no me subestime. Y esa certeza me tranquiliza.

Conozco las poblas porque crecí a pata pelada en dos de ellas, en San Miguel y en Peñalolén. Buenos años, duros, pero buenos, de muchos amigos y mucha calle.

En la pobla lo que más ves es dignidad y trabajo. También ves dolor y enfermedad y gente que muere con rapidez, porque como todos sabemos la salud en este país es un privilegio y no un derecho.

También ves tragedias terribles, violencia sobre violencia, porque es muy difícil vivir con todo en contra. De esas tragedias se alimenta hoy la televisión, facturando millones con el reallity mas crudo que guionista alguno pueda imaginar y que más encima es gratis.

Los medios que folclorizan la pobreza en vez de dignificarla me parecen sospechosos porque naturalizan el abuso. Hablar en flaite no es un mérito literario popular sino la herencia ingrata de años de abandono y de una educación carente para las clases trabajadoras, aprovecharse y lucrar con eso me parece perverso.

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Dentro del anfiteatro en una explanada chiquita, hay un carrito que vende completos, té, café y un tambor con fuego que oficia también de parrilla. El lugar cuenta con un buen data que cerca de las 9 de la noche comienza a proyectar el video de un happening que hiciera en los lejanos 80 el mismísimo Enrique Lihn y otros escritores locos que se disfrazaron durante un almuerzo dionisiaco para luego acarrear un ataúd hasta el río Mapocho. 'Gente linda de la que ya no fabrican', pienso mientras veo el inédito registro de esa temprana performance que no figura ni por si acaso en la historia del arte de acción chileno que desconoce el papel de los poetas en la gestación de ese lenguaje.

La cinta fue un hallazgo que hizo Jordi Lloret hace algunos años durante una mudanza. Yo sabía que existía pero no la había visto nunca.

En la 'pieza' aparecen Enrique Lihn presidiendo el raro almuerzo-funeral, a su derecha, ese coloso de las letras que fue Francisco Coloane [militante comunista de la vieja guardia], a su izquierda Matilde Ladrón de Guevara, ex miss Chile, escritora, feminista, luchadora y madre de Sybila Arredondo, mujer del escritor peruano Jose Maria Arguedas que estuvo 15 años presa en un penal de alta seguridad en Lima durante el gobierno de Fujimori. También aparecen en el video un Cristian Warken irreconociblemente hippie, el mismo Jordi Lloret probablemente en plena época del galpón Matucana y otros personajes que no logro reconocer.

Mientras tanto eso ocurre en la pantalla, en las gradas, tengo la oportunidad de conversar con la tremenda poeta que es Elvira Hernández, me entero que estudió en el pedagógico, fue compañera de carrera con el Pepe Cuevas en plenos 70. También me entero que ella estuvo en el mítico departamento de estudios humanísticos de la Universidad de Chile donde se generó un movimiento literario que marcaría la historia de la vanguardia literaria en esta tierra con Ronald Kay, Nicanor Parra, Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Diamela Eltit y Eugenia Brito entre otros baluartes de las letras nacionales.

Como a las 9 y con poco pero comprometido público local, las lecturas en el Cortijano se sucedieron con rapidez aunque éramos bastantes los poetas programados. Me sorprendieron el compañero poeta que vino de la Serena Jorge Alberto Collao así como también los bates locales, la gente de Conchalí, tanto los productores como aquellos que aprovecharon bien el micrófono abierto.

La noche terminó como era de esperarse con cervezas en un bar de mierda como son todos los bares de esta ciudad [también de mierda] y con brindis por allá y por acá, con vasos llenos que iban y venían por el futuro de la poesía, porque al menos por un rato dejamos de lado nuestros egoístas egos, nuestros miedos pequeñoburgueses y pudimos hacer algo bueno juntos.

La Elvira nos acompaña al bar, celebra con nosotros con una bebida, una canada dry. Le pregunto por qué y me responde que ya tomó todo lo que tenia que tomar en esta vida. Yo pienso que yo debería estar haciendo lo mismo que ya tengo el hígado caducado pero esta noche tengo ganas de compañerear con los compañeros poetas y se me viene a la mente lo que me dijera alguien en algún momento 'no me compañeree tan rápido compañera' y me da risa, inevitablemente y brindo otra vez porque compañeros mas, compañeros menos, esta noche hubo voluntad colectiva y poesía, cosas ambas rarísimas en estos tiempos indolentes y mezquinos, estos tiempos donde nadie hace nada por nadie nunca, y eso ya es un regalo.


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16/09/08

Todos somos mapuches. Pinches bueyes


No se trata de oportunismo mi querido amigo, como me lo sugirió hace unos días, ebrio y baboso, midiendo el mundo con la miopía de su propia mezquindad, un colega de las letras, copa de champagne en la mano, en un animado vernisage. No se trata tampoco de resentimiento ya que procuro actuar de acuerdo a mis ideas y pasiones cuando éstas aparecen, no las caliento en una olla, no hago con ellas un caldo de cultivo. No soy una pregonadota de las bondades de la violencia aunque a veces la crea necesaria.
Porque resulta que tampoco soy ilusa y sé que jamás ha habido cambio social que se haya impuesto por la buena voluntad o la evolución espiritual de los empresarios o la clase gobernante.

No creo en el odio de clases, ni en la superioridad de ninguna raza, menos aun en algún tipo de pureza, así como tampoco en las fronteras dibujadas con sangre.

Apoyo la resistencia mapuche por la simple y sencilla razón compañero, usted que mira todo con la suspicacia de su miseria, porque me reconozco disidente de este sistema depredador impuesto por ideologías que considero causantes de la máxima infelicidad humana.


Eso es todo, como Patricia Troncoso, como mucha gente.
Entonces en tanto disidente me siento reconocida en la lucha de un pueblo que naturalmente es heredero y sostenedor de otro paradigma, uno más cercano a mi corazón.

Soy mestiza no sé en que grado, como la mayoría de nosotros compañero y si no me cree, pues mírese al espejo y verá las trazas del mestizaje que tanto reniega, porque desde chico le enseñaron que era mejor ser rubio, seguro le dijeron que cuando bebe tenia el pelo clarito y que el agua de la ciudad se lo fue oscureciendo. Y usted se lo creyó, nunca lo puso en duda, hasta el día de hoy se lo cree, por eso no ve los signos de nuestra historia en su fisionomía.

No adscribo a la mentira tan extendida en este país hipnotizado y sodomizado por el consumo y el crédito fácil [mas dañino que el gatillo fácil], de que seríamos algo así como una pequeña suecia, algo así tan cursi como los ingleses de Latinoamérica.

Pienso que si para las feministas el género es una construcción social y también una elección, pues yo digo que en nuestro caso, en nuestra sociedad mezclada a fuerza de patada y fusil, también lo debería ser la etnia y yo me siento india, antes que sueca, o newyorkina, yo me siento india mapuche.

Me basta saberme de este lado de las cosas para hermanarme con quienes luchan en condiciones de dramática asimetría contra un estado armado hasta los dientes y defensor de los apetitos de los poderosos.

Porque cuando un gigante energúmeno, ebrio de prepotencia pone su bota sucia en la cara de un campesino pobre y desarmardo, todos somos mapuches. ¿No es acaso lo mismo que hacen los bancos, las multitiendas, la compañía de teléfonos, el transantiago, la universidad privada, y toda la perversa maquinaria económica que con impunidad nos asalta, nos castiga, se caga de risa y hace estallar las pequeñas economías de emergencia de la clase trabajadora?

Hermano a todos nos están metiendo el dedito por el culito, a todos nos están poniendo la bota en el hocico, solo que a algunos con vaselina publicitaria y a otros no [porque la vaselina es cara y no hay que excederse en el gasto].

La sola constatación de esta triste realidad que es la realidad de nuestra pujante economía tan abierta como las piernas de la más barata prostituta, [ojo que yo sé de eso] debería bastar para ser solidario con los históricamente abusados de esta tierra.

¿Alguien se ha preguntado qué va a pasar con Chile cuando se acabe el cobre?, va a quedar un país con una infraestructura de lujo, con gente endeudada y sin herramientas para enfrentar ni una mierda, porque la educación y el acceso popular a ella, no ha sido precisamente una de las prioridades país estos últimos años.

¿Alguien se acuerda de lo que pasó con el salitre? Hay dios mio!!!, si es que somos tan frágiles de la memoria.

El asunto es mas complicado de lo que parece queridos compañeros, porque la actual guerra del estado de Chile contra el pueblo mapuche, más que la consecuencia de un choque de paradigmas, que lo es, lo ha sido siempre, es hoy, una feroz guerra energética, como la de Bush, por el petróleo en el medio oriente, pero ésta es por el agua y la electricidad.

Y no es mediática como aquella, sino cobarde y silenciosa que quiere parchar con centrales hidroeléctricas la incompetencia de los gobiernos para generar una política energética sustentable y respetuosa de la diversidad de los pueblos.

Hay que alimentar al monstruo que el neoliberalismo ha creado, y que chupa y que mama, más que todos nosotros juntos.

Hay que mantener encendidas las lucecitas de los malls, de las fábricas de chatarra planetaria y de las carreteras ultrasónicas que usan los ricos para ir a la playa sin tener que verle la cara a la pobreza.

Y aunque a algunos les suene terrible, ¡una calumnia!, lamentable es verificar que los métodos del estado en esta guerra energética son los mismos ocupados durante la dictadura contra la disidencia, represión policial, amedrentamiento, violaciones a los derechos civiles y desinformación.

Y es que en este país el derecho a opinar distinto con respecto a que hacer con las riquezas y pobrezas de todos, lejos de ser un derecho, cuya manifestación pública debería estar garantizada en la constitución, se castiga como el peor de los pecados y se paga con un tec cerrado a manos de un paco en una protesta.

Yo apoyo la resistencia mapuche porque no quiero centrales hidroeléctricas a costa de muertes y saqueos, no quiero tecnología barata que en dos años se convertirá en montañas de basura irreciclable, no quiero créditos que me dejarán en la calle, yo quiero opciones para crecer, quiero vivir en una sociedad donde se respete la pluralidad de pensamiento, donde educarse sea un derecho no un lujo, donde exista el acceso a información verídica y de calidad, y un acceso no elitista a los bienes culturales. En definitiva un modelo se sociedad que priorice a los seres humanos antes que a las cifras de crecimiento económico.

Esa idea de desarrollo está más cerca, infinitamente más cerca del pueblo mapuche que de la sociedad que el Chile blanco invierno o color pastel, según la temporada, el Chile de catalogo de papel couché de 100 gramos y modelos argentinas que me propone cada domingo junto al diario fascista de toda la vida.

Por eso digo, aunque a muchos les duela, de este lado de la vereda,

todos somos mapuches.

* Eli Neira es poetisa. Escribió Abyecta [Al Margen Editores, 2003]**. Según la escritora Diamela Eltit, el libro 'traza, desde el cuerpo femenino, un mapa que se encarga de resituar tanto lo femenino como lo social'. Desde este punto de vista, la excesiva genitalidad de la poética de Neira, guarda plena relación con el papel que, para ella, juegan las mujeres en la sociedad actual. Así, la poetisa prescinde de toda envestidura lírica para desnudar, irónicamente, la realidad. Por otra parte, los poemas contenidos en Abyecta, tienden a la exacerbación de la dureza, por cuanto buscan provocar los discursos centrales, generando, así, una burla crítica a la pacatería reinante. El primer verso del poema 'Los poetas y el reciclaje', por ejemplo, da cuenta de aquello: 'Esta noche tengo la concha hirviendo'. Otro de los aspectos que, a mi juicio, le otorga valor al trabajo de Neira, es su genuino -y quizá inconsciente- deseo de continuar con la reforma propuesta por Parra. Tal como lo señala Diamela Eltit en el prólogo de Abyecta, la poesía de Neira 'está más cerca del irritado reclamo de Allen Ginsberg o del discurso elocuente y fragmentario del Hip Hop, que de la sostenida línea estética que se fundó en La Belleza como convención y condición poética'. Si bien no es mera antipoesía, ya que aparece con un alto contenido $3>$3>$3>fóricamente social, mucho de Parra se verifica en los pasajes de su obra. Desde la pulverización del discurso solemne y la inclusión de recursos irónicos, propios del antipoeta, hasta la concepción de un poeta que en nada se asemeja a la propuesta Huidobriana.


daniel rojas pachas

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